Etiquetas

viernes, 19 de abril de 2024

Innovación tecnológica no es sinónimo de prosperidad

Daron Acemoglu, "la innovación tecnológica no equivale a prosperidad".

El investigador turco-estadounidense desmonta clichés. Sostiene que el capitalismo parte de un error: que el ser humano necesita consumir, cuando lo que necesita es participar.
(Fuente: EL PAÍS Tecnología - Mar Padilla)

Acemoğlu obtuvo su doctorado en The London School of Economics and Political Science (LSE) y actualmente es catedrático de economía en el Massachusetts Institute of Technology.​ Es uno de los 10 economistas más citados en el mundo y autor de best sellers como "Por qué fracasan los países". Es también co-Director de MIT Shaping the Future of Work Initiative junto con Simon Johnson y David Autor.​

"La prosperidad no se da por cuestiones culturales o geográficas, sino en función de las políticas dictaminadas por sus instituciones". Acemoglu y Robinson demostraron científicamente que la autorregulación del mercado, el famoso laisser faire, es, en realidad, un pensamiento mágico, que lo que dirige a la economía es la política, y que lo que lleva a la prosperidad compartida es el sistema democrático.

En su último libro "Poder y progreso. Mil años de lucha entre tecnología y prosperidad", escrito junto con Simon Johnson, tras una profunda investigación económica, histórica y social, los autores demuestran que la innovación tecnológica en sí misma no es un acicate para la prosperidad.

"Hoy vivimos mejor que nuestros ancestros, pero no es gracias a los sucesivos inventos tecnológicos, sino porque la sociedad civil desafió las opciones adoptadas por las élites y se generó prosperidad al distribuir y hacer participativas esas tecnologías".

Acemoglu tiene claro que en estos tiempos hay que volver a este tipo de acciones. Si fueron factibles durante los durísimos años de la revolución industrial, cuando las nuevas técnicas de producción enriquecieron a los dueños de las fábricas y empobrecieron a los trabajadores al punto de acortar su esperanza de vida, hasta que se organizaron y exigieron mejoras en sus condiciones de trabajo, también son factibles ahora. “Hay que ejercer un control democrático en la dirección de la tecnología”, afirma tajantemente Acemoglu.

"Los humanos hemos de decidir los usos que queremos que la tecnología nos proporcione. La automatización no tiene nada de malo, que lleva produciéndose desde mediados del siglo XVIII y por supuesto, continuará, pero debemos dirigir sus competencias hacia la mejora de la vida humana".

[...en lugar de beneficiar únicamente a unas élites extractivas a costa de perjudicar al resto de la Humanidad con la manida excusa de que, "pasadas unas décadas ya les alcanzarán los beneficios de la automatización. Al principio será doloroso pero finalmente se crearán nuevos puestos de trabajo, hay que mirar al futuro".
Quienes dicen eso son los que desprecian el dolor ajeno porque saben que ellos no van a sufrirlo".]