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domingo, 24 de junio de 2018

El Futuro del Trabajo

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. 
― Charles Dickens, Historia de dos ciudades


Imagina que tienes que conducir un vehículo con el parabrisas totalmente pintado de negro, de forma que no puedes ver absolutamente nada de lo que tienes delante en la carretera. Solo dispones de la ventanilla trasera para ver el trayecto que ya has recorrido anteriormente mirando a través de los retrovisores. El trayecto que habías recorrido cuando ibas circulando con total visión era completamente recto, por tanto cuando comiences a conducir, mirando solo por el retrovisor, seguirás conduciendo en linea recta dado que nada te hace pensar que de pronto habrá una curva ya que no tienes más información de la forma de la carretera que la que has obtenido en el pasado.
El economista Xavier Sala-i-Martín,  catedrático de desarrollo económico en la Universidad de Columbia, explica magistralmente en el programa de TV3, 'Economia en colors' el valor de las predicciones en el capítulo titulado 'La tirania dels experts'.

¿Qué ocurre cuando llega la primera curva? Lo normal es que como no la ves ni tienes ningún indicio de si tienes que girar a la derecha o a la izquierda ni de lo cerrada que puede ser seguirás conduciendo en linea recta  y te pegarás una castaña contra un muro, un coche aparcado o te despeñaras por un acantilado. 
Las predicciones de los expertos, generalmente economistas, se basan en estudiar lo que ha sucedido en el pasado y proyectarlo sobre el futuro, generalmente a través de complicados modelos econométricos (la econometría es una de las asignaturas hueso en los estudios de económicas que se vale de modelos matemáticos y estadísticos, para hacer predicciones de diversas variables como el precio, las reacciones del mercado, el coste de producción o las consecuencias de las políticas económicas). ¿Pero realmente sirven para algo? ¿Consiguen acertar con un margen de error lo suficientemente pequeño como para que una empresa pueda considerarlas herramientas útiles en la toma de decisiones estratégicas? ¿son sus pronósticos mucho más acertados de los que podríamos obtener haciendo predicciones al azar sin ningún criterio específico o incluso las que haría un grupo de monos amaestrados pulsando botones al azar?

Philip Tetlock, profesor de psicología y ciencias políticas en Wharton School of the University of Pennsylvania, en un estudio que llevó a cabo entre 1984 y 2003 y recogido en su libro 'Superforecasting', analizó las predicciones de 284 expertos en política para ver hasta qué punto se cumplían sus previsiones. El resultado fue que las grandes estrellas del análisis político que aparecían en los medios más importantes eran los que más fallaban: su fama no se debía a su capacidad para acertar. Esto es así, explica Tetlock, porque los comentaristas que consiguen más popularidad suelen ser los más taxativos, los más movidos por la ideología.


El complejo y denso lenguaje matemático lleva a hallazgos sorprendentes en el tema de las predicciones. Por ejemplo, que nuestros cerebros prefieren siempre la certidumbre, y por lo tanto los juicios de quienes son tajantes y rechazan la ambivalencia y la complejidad. También, que raramente pasamos factura a quienes se equivocan en sus predicciones, porque estos siempre tienen recursos para escurrir el bulto y explicar, a posteriori claro, que si se equivocaron fue porque las condiciones cambiaron (pero de eso se trata cuando haces predicciones, ¿no? en contemplar la incertidumbre!! si se basarán en las leyes de la mecánica clásica todos seriamos capaces de predecir el futuro. De ahí el famoso chiste que todavía recuerdo que nos contaba el profesor de macroeconomía: 'El economista es la persona que se pasa media vida diciendo lo que va a pasar y la otra media explicando por qué no ha pasado). Y también, que cuanto más conocimientos específicos adquiere un experto y más reconocido es, más le cuesta cambiar de opinión y más tiende a enconarse en sus equivocados juicios.


El profesor de ESADE , Fernando Trias de Bes, es el creador la famosa Diana Esade, un instrumento a disposición del público, en general, y de los medios de comunicación, en particular, que desde 2010 indica cuánto se aproximan o desvían las instituciones a la hora de predecir el crecimiento económico y la tasa de paro con la que finalizará España cada año.

El resultado es que, sorprendentemente son las grandes instituciones, Bancos centrales, Fondos Monetarios Internacionales, OCDE's etc, las que más se desvían de los resultados finalmente obtenidos cuando paradójicamente son las que tienen más recursos a su disposición para llevar a cabo este tipo de predicciones. ¿Por qué? Por un lado tenemos el efecto de la profecía auto-cumplida que una vez hecha es en sí misma la causa de que se haga realidad ya que la firme creencia en su ocurrencia hace que mostremos predisposición a trabajar para que se cumpla, de forma consciente o inconsciente. Por ejemplo cuando algún vidente de esos que pueblan las madrugadas de las programaciones nocturnas predicen de forma aleatoria lo primero que se les pasa por la cabeza, por ejemplo que pronto encontrarás pareja. Seguramente el hecho que te creas que es cierto hará que socialices más, que te instales más App's de ligue, que estés más dispuesto a conocer gente, con cual cuando finalmente encuentres pareja lo atribuirás al acierto del Mago Merlín de turno.

Por otro lado tenemos un efecto de manipulación para inducir un determinado comportamiento en los diversos agentes económicos. Supongamos que como gobierno de un país en época de crisis queremos inducir su crecimiento, si realizamos una previsión muy optimista eso inducirá a empresas y particulares a comportarse de forma optimista aumentando las compras, las inversiones, incrementando las contrataciones y por tanto reactivando finalmente la economía. Pero realmente no han realizado ninguna predicción sino que las han utilizado para manipular a la opinión pública y conseguir el objetivo que en este caso sería el crecimiento económico. [Alguien podrá objetar diciendo que mientras se salga de la crisis bienvenido sea ese efecto manipulador !! Por supuesto, pero aquí de lo que tratamos es de establecer si las predicciones sirven  para predecir el futuro más allá de estos dos fenómenos analizados]

Una vez establecido el marco de referencia en relación a la fiabilidad (poca o nula) que nos ofrecen las previsiones sobre el futuro, ya sean económicas o de cualquier otro tipo estamos en condiciones de pasar a examinar uno de los temas que más previsiones e informes ha generado en los últimos tiempos por parte de todo tipo de instituciones y expertos: El futuro del trabajo
¿Se destruyen unos puestos y se crean otros como en las anteriores revoluciones industriales? tras un periodo de ajuste más o menos traumático, tras un periodo de reciclaje y de aprendizaje de nuevas habilidades, tras una reforma del sistema educativo, ¿se crea todo un nuevo mercado laboral integrado por empleos que ni siquiera podíamos imaginar en el pasado que pudieran existir?
El debate está polarizado entre 'los optimistas' que contestan con un sí rotundo a las preguntas anteriores y los 'pesimistas' que argumentan que esta vez 'es diferente'. [No me siento cómodo usando el término 'pesimista', preferiría el de 'realista' pero lo usaré solo por contraposición a la primera postura de los que he calificado como 'optimistas'.]

Personalmente me parece ridículo realizar análisis empresariales estableciendo clasificaciones basándose en algo tan subjetivo como tu natural estado de ánimo. Prefiero estudiar los razonamientos y metodología que ha realizado cada una de las partes para llegar a sus conclusiones porque es la calidad de dichos razonamientos lo que puede determinar el valor de una u otra postura. [Opinión tenemos todos pero no todas las opiniones valen lo mismo. ¿Alguien paga los elevados sueldos que cobran las consultoras estratégicas por informes positivos o negativos según el estado de ánimo del consultor?]

Todas las revoluciones industriales han despertado distópicas preocupaciones en la población acerca de como la tecnología desplazaría a los trabajadores y por tanto los privaría de su medio de subsistencia. Los Luditas son considerados como el primer movimiento político creado entorno a esta preocupación, de hecho desde su aparición en el siglo XIX y especialmente en los últimos años, se emplea el adjetivo 'ludita' poco menos que como insulto hacia aquellas personas que temen ser desplazadas por las nuevas tecnologías acusándolas de retrogradas y 'cromañonas' (también he leído en varios artículos llamarlos Amish) tachándolos poco menos que de pobres ignorantes que si por ellos fuera estaríamos todavía en las cavernas al rechazar incluso al inventor de la rueda porque quitaba trabajo a los que transportaban piedras cargándolas a la espalda


Históricamente se ha demostrado que es cierto que se destruían unos trabajos y se creaban otros, que tras un periodo de ajuste más o menos traumático (bastante traumático para aquellos atrapados en la transición y más en épocas donde ni siquiera existía algún tipo de asistencia social), tras un periodo de reciclaje y de aprendizaje de nuevas habilidades, tras una reforma del sistema educativo, se creaba todo un nuevo mercado laboral integrado por empleos que ni siquiera se podía imaginar que pudieran existir. De esta forma se argumenta que los que se preocupan por el desempleo tecnológico están incurriendo en 'la falacia del Ludita' y que sus temores eran (y siguen siendo hoy en día) infundados porque tras introducir una nueva tecnología se creaban incluso más empleos. Lo que el economista Joseph Schumpeter popularizó como 'destrucción creativa'.
Los ejemplos que cansinamente repiten la mayoría de artículos y blogs son siempre los mismos (Aquí entra en juego el sesgo cognitivo para retroalimentarse con aquello que confirma nuestras creencias)

1-La introducción de los cajeros automáticos en las sucursales bancarias. Si bien la introducción de cajeros redujo la cantidad de empleados en una sucursal, el ahorro de costes que comportaba hacia que se abrieran muchas más sucursales, con lo cual la cantidad neta de empleados de banca aumentó con la introducción de esta tecnología. Además los empleados liberados de la operativa rutinaria de sus anteriores funciones ahora podían hacer más labores de comerciales  y de interacción con los clientes abriendo nuevas vías de negocio al tiempo que empleaban más sus capacidades cognitivas. 

2- La fabricación del modelo T de Ford tras la introducción de la cadena de montaje, que desde entonces lleva su nombre, convirtió a este modelo en el primero que se pudo permitir la clase media norteamericana. En un período de seis años, el número de modelos T's producidos por trabajador pasó de 8 a 21 y al mismo tiempo, el precio bajó más de la mitad, de $950 en 1909 a $440 en 1915. Como resultado, la demanda se disparó. Y así, en lugar de disminuir, el empleo en la industria automovilística aumentó y el número de personas empleadas creció debido a que los consumidores demandaban más productos.

Optimistas 1 - Pesimistas/Luditas 0
Podríamos pasar horas y horas poniendo ejemplos de como la destrucción creativa abrió nuevos mercados y creó todo un nuevo mundo de empleos especialmente en el sector servicios. Los luditas son personas sin imaginación, incapaces de ver que el ser humano es capaz de reinventarse continuamente y crear nuevos empleos porque, erróneamente consideran la demanda de trabajo como un 'bloque finito', lo que en economía se conoce como 'juego de suma cero'. La ganancia o pérdida de un participante se equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros participantes. En este caso maquinas 100% de ganancias, humanos 0 %. Si los telares que manejan los humanos se automatizan entonces el trabajo que ellos realizaban desaparece y son expulsados permanentemente del mercado laboral. Pero el tamaño de la demanda laboral no es fija, constantemente surgen nuevas demandas de mano de obra porque el apetito humano en insaciable y siempre demandará nuevos productos o servicios. 

Esta vez, ¿es diferente?
Eso es lo que cada vez se ha pensado, y con razón, porque cada vez es diferente, las condiciones de partida y el estado de la tecnología son diferentes en cada revolución industrial pero si siempre ha sido diferente y siempre se ha superado satisfactoriamente y con nota ¿qué tiene esta revolución de particular que la haga diferente?  ¿por qué no seguir pensando que la inercia histórica nos seguirá arrastrando por el mismo círculo virtuoso de la destrucción creativa? ¿por qué no seguir conduciendo mirando por el retrovisor de la historia y pensar que la carretera tendrá los mismos baches y curvas del pasado?

Los expertos tienen razón respecto a la falacia ludita, la demanda laboral no es fija, no se dejarán de crear nuevos puestos de trabajo. Pero esta es la respuesta correcta a la pregunta equivocada. La pregunta no es si se crearán nuevos puestos de trabajo sino si las capacidades humanas podrán asumir los nuevos empleos que se puedan crear en un futuro (cualesquiera que sean y que ahora no nos podemos ni imaginar) igual o mejor que las nuevas tecnologías. 

Lucy, también conocida técnicamente como (AL 288-1) está catalogada como homínido de la especie Australopithecus afarensis, y sus restos se considera que tienen de entre 3,2 a 3,5 millones de años de antigüedad. Esto implica que han tenido que pasar más de 3 millones de años para que la evolución darwnista haya modelado nuestra especie hasta alcanzar el actual estado de homo sapiens sapiens. Más de 3 millones de años de lenta evolución a expensas de mutaciones aleatorias que en función del entorno nos fueran confiriendo, o no, una ventaja adaptativa que las hiciera perdurar y se fueran perpetuando para ir modelando nuestro cuerpo y cerebro y acabar convirtiéndonos en la especie dominante.


Reconstrucción de Lucy expuesta en el Museo Nacional de Historia Natural 
en Washington D. C.

De esta manera las máquinas y los humanos realmente sí están en una contienda de suma cero como auguraban los luditas aunque no de la manera que temían. El lentísimo y casi geológico proceso humano para desarrollar nuevas capacidades no es siquiera rival contra la exponencialidad de los avances tecnológicos. Mientras nosotros hemos tardado miles de años en desarrollar el lenguaje o la escritura los actuales sistemas de habla sintética o escritura ya rivalizan y superan a los humanos tanto en velocidad como en capacidad de análisis. Estos son solo unos ejemplos de los campos que ya hemos perdido y no vamos a recuperar. Los humanos son meros actores estáticos en esta confrontación, simplemente tenemos las capacidades que tenemos resultado de millones de años de evolución, no podemos desarrollar visión de rayos X o visión microscópica ni capacidad de análisis de millones de datos un día para otro. 

El segundo tanto a favor de los luditas se basa en la propia dinámica de los procesos empresariales. En una economía competitiva las empresas no tienen como misión alcanzar el máximo empleo humano sino el máximo valor para sus propietarios. Las empresas han usado humanos simplemente porque era el único recurso disponible para emplear en el proceso productivo pero si aparecen nuevas y mejores opciones se inclinarán por ellas. [Los humanos cuando son contratados por una empresa se incluyen en la partida de 'costes laborales' y por pura definición de economía de empresa los costes hay que minimizarlos tanto como se pueda, es decir los humanos siempre han sido considerados costes a minimizar, nunca activos a potenciar a pesar del cansino e hipócrita postureo verbal con el que continuamente nos bombardean las empresas diciendo que 'nuestros empleados son el mejor activo de la empresa']. 

Llegados a este punto, los tecnólogos, economistas, expertos y gurús dicen que no hay porque preocuparse. La automatización y robotización se encargará de eliminar los trabajos aburridos, repetitivos y peligrosos y nosotros nos quedaremos con aquellos que requieren creatividad, emociones, empatía, en general todo el bloque de habilidades englobadas en el 'software cerebral de las soft skills' que, por ahora es patrimonio exclusivo de los homo sapiens. ¿Acaso no es el sueño de cualquier humano desde tiempos inmemoriales? que trabajen las máquinas y que nosotros nos podamos dedicar solo a cultivar el intelecto, al crecimiento personal y a las relaciones sociales!!
Realmente es una visión utópica y esperanzadora en contraposición a los malos augurios luditas, pero ¿realmente los 7.000.000.000 de seres humanos que habitan el planeta (y creciendo) tienen capacidad para vivir de sus capacidades cognitivas? Puede encontrar cada humano una actividad que no solo lo enriquezca personalmente y le proporcione un propósito vital sino que encuentre un mercado que esté dispuesto a pagar por ella? ¿Tiene todo el mundo capacidad para dedicarse a componer música, escribir novelas, dar clases de yoga, o hacerse terapeuta emocional? La creatividad no es precisamente un bien abundante e igualmente repartido, durante toda la historia de la humanidad la población se ha estructurado en pirámides jerárquicas limitándose la mayoría a obedecer órdenes.

La realidad y no las previsiones ni las expectativas sino los datos y estudios llevados a cabo por analistas de primera linea como el Nobel de economía y profesor en el MIT, Robert Solow es que los robots y la IA aumentarán aún más la desigualdad, que ya es considerable y sigue creciendo sin freno.
David Autor, profesor también en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y Anna Salomons, de la Universidad de Utrecht son concluyentes al respecto:"El problema es que la creciente tecnificación contribuye a la depauperación de la clase media". Los autores calculan que si en 1970 las rentas laborales suponían un 66,2% de la tarta de los ingresos totales; en 2007 este porcentaje había disminuido al 62,7%. El proceso de pérdida de riqueza de los trabajadores continúa a marchas forzadas; y además se agravó a partir de este siglo.



¿Por qué aún así los optimistas, gurús, expertos, economistas y tecnólogos siguen descartando el desempleo tecnológico sin presentar más argumentos que la inercia histórica de que 'lo que ha pasado en el pasado seguirá pasando en el futuro'? El analista Brandon Wilson, introduce una interesante explicación: El Sesgo Copernicano: La hipótesis optimista de los expertos y tecnólogos está simplemente deformada para acomodarse a los deseos de nuestro ego. Pensamos que como especie superior todo tiene que orbitar a nuestro alrededor exagerando el poder y la importancia de los humanos. La misma tendencia psicológica está operando en nosotros a la hora de determinar muestro lugar en el mercado laboral. Nos resistimos a pensar que de todos los factores 'trabajo' de que dispone una empresa para llevar a cabo su proceso productivo nosotros no somos un peón más dentro del universo de posibilidades a considerar sino el peón supremo insustituible. 

Conclusiones
Tanto optimistas como pesimitas/luditas no tienen datos que respalden sus hipótesis por la sencilla razón que las mediciones que respalden la una o la otra solo se obtienen en el futuro, por tanto podríamos concluir que ambos se encuentran atascados en el limbo de la teoría no verificada como los físicos teóricos que no pueden realizar experimentos que confirmen sus hipótesis. Sin embargo al principio decidimos analizar la calidad de los argumentos de cada bando como criterio para decidir el ganador sino por KO al menos por puntos. 

La tesis optimista propugnada por la mayoría de grandes consultoras y gurús tecnólogos, consiste en 'conducir mirando por el retrovisor', que como hemos visto tiene la misma probabilidad de acertar que la de un grupo de monos pulsando botones al azar y su finalidad suele ser la de influir o manipular a la opinión pública para adecuar su comportamiento a la predicción por lo general por parte de agentes económicos interesados en recoger las ganancias derivadas de la robotización de las empresas. Además el hecho de tener la seguridad de que algo va a suceder (siempre se crearán nuevos trabajos como en revoluciones anteriores, don't worry) nos hace bajar la guardia, nos acomodamos y regodeamos en la autocomplacencia y hace que estemos menos atentos a la conducción.

Por el contrario la tesis pesimista o ludita es más creativa a la hora de plantear la aparición de los 'cisnes negros' y más consistente con las leyes de la exponencialidad tecnológica en contraposición con la lentitud de la evolución biológica. Nos baja de ese pedestal al que nos habíamos subido por creernos que todo orbita a nuestro alrededor y una dosis de pesimismo en su justa medida hace que activemos las alarmas del peligro y en lugar de aletargarnos nos concentremos para encontrar soluciones a los problemas. Si las capacidades humanas se desarrollan a pasos glaciales tendremos que mejorarlas incorporando tecnología a las existentes para mejorarlas y competir contra los robots en su propio terreno convirtiéndonos en cíborgs. Lo cierto es que las desigualdades en el reparto de la riqueza entre los que poseen los robots y los que no están avanzando a pasos agigantados y las épocas de grandes transformaciones sociales frecuentemente acaban en periodos de agitación y son caldo de cultivo para populismos y demagogos de todos los signos que con frecuencia acaban en violentas revoluciones, agitaciones sociales e incluso guerras. (Libro recomendado: 'El gran nivelador. Violencia e historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI', por Walter Scheidel profesor de historia en la Universidad de Stanford)

En pasadas revoluciones industriales 'desaparecían unos trabajos y aparecían otros', pero como dice Martin Ford en su libro, 'Rise of the robots', considerado como mejor libro de empresa de 2015 por Financial Times y la consultora McKinsey: 'Los que antes pasaban el día arando un campo luego pasaron a apretar tuercas en cadenas de montaje y ahora están escaneando códigos de barras en almacenes'. Es decir tras un periodo de aprendizaje se vuelven a realizar actividades repetitivas, aburridas y sucias a cambio de un dinero para pagar facturas y poder subsistir. Se continua 'trabajando' en el sentido más etimológico de la palabra trabajo (del latín tripalium, instrumento de tortura para azotar a los condenados. Tripaliare significa torturar , atormentar, causar dolor). En esta revolución industrial todos esos trabajos desaparecerán, la pregunta es, ¿cómo se repartirá la riqueza generada y a qué se dedicará el ser humano para encontrar un sentido y propósito a su vida?. Ese es el reto.

Epílogo
En el capítulo 26 de la primera temporada de Star Trek: La Nueva Generación emitido en 1988, el Enterprise descubre a la deriva una nave de origen terrestre con tres tripulantes que habían sido criopreservados en el siglo XX a la espera de que en el futuro sus enfermedades, entonces mortales, tuvieran cura.  Uno de ellos es un prepotente y arrogante millonario que había dedicado su vida a acumular dinero y poder. Al despertar en el siglo XXIV y ver que ya no existe pobreza ni hambre porque los recursos son ilimitados y la lucha por ejercer el poder sobre los demás humanos ya no existe se pregunta ¿cuál es el reto entonces? El Capitan Picard nos adelanta desde el futuro (en este caso desde 1988) la respuesta a cuál es el reto al que nos tenemos que enfrentar.